Por Jorge Romero Rendón
Si lo dijéramos con palabras de las abuelas, los dirigentes del Comité Estudiantil de la Normal Rural de Ayotzinapa no tienen vergüenza: secuestran camiones y hacen movilizaciones a pesar de que las autoridades les han provisto de todo; pero en su apetito voraz, reclaman bajar el promedio de ingreso y nombrar ellos al nuevo director de la escuela.
O dicho en otras palabras, el gobernador Ángel Aguirre les dio la mano y ellos le quieren agarrar el pie. Hay que decirlo como es: tanto el mandatario como la secretaria de Educación Guerrero, Silvia Romero Suárez le entregaron a los 650 alumnos de Ayotzinapa prácticamente todo lo que dijeron necesitar.
Les subieron la cuota de alimentación, las becas, les entregaron un autobús para prácticas en escuelas foráneas, les donaron un tractor nuevo para sus cultivos escolares, y todo en un marco en el que los alumnos viven como privilegiados. Les están remodelando baños y dormitorios, reciben tres comidas diarias, uniformes de gala, deportivos, del diario e insumos para su banda de guerra, para su rondalla, e incluso algunos líderes estudiantiles viven allí con esposa e hijos, y en el colmo del abuso, los fines de semana rentan la alberca de la escuela a particulares y no reportan el ingreso que obtienen.
De manera que usted se preguntarán ¿qué quieren los ayotzinapos?
Pues quieren el control total de la escuela. En una serie de agresivas movilizaciones están secuestrando autobuses de pasajeros, robando a otros el combustible, y asaltando camionetas de reparto de alimentos industrializados, de refrescos y cervezas -¿no deberían ser detenidos?-, por dos razones totalmente desmesuradas:
Primero, quieren bajar a 7 el promedio de ingreso a la escuela, que actualmente es de 8, lo que implicaría un retroceso terrible para una escuela que se ha superado académicamente, lo que prueba que el rigor de mantener el actual promedio es básico. Bajar el promedio, además de ser una muestra de mediocridad les permitirá a los dirigentes estudiantiles “colar” en esa escuela a aspirantes de otros estados que son verdaderas fichas por su negro historial como militantes politiqueros expertos en movilizaciones callejeras.
Y segundo, promueven el paro en Ayotzinapa exigiéndole al gobernador que se nombre un director externo, alguien ajeno a la escuela, para poder manipularlo en función de sus intereses. En contraparte, los maestros eligieron ya al que debe ser el nuevo director –que es un profesor de la misma escuela, como debe ser-, pero se le oponen los líderes del Comité Estudiantil.
Esa es la situación de chantaje y grilla que priva en Ayotzinapa, una escuela en la que el gobierno estatal no debe doblar las manos ante la presión delictiva de un grupo estudiantil que ya demostró no tener llenadero. Quieren todo y a su capricho. Ya se sabe que en cada cosa que ceden los funcionarios, les ponen más el pie encima con nuevas demandas los ayotzinapos.
Afortunadamente la secretaria Romero Suárez no ha permitido que el desorden cunda en esa normal rural, y así como ha cumplido con las demandas que han sido justas, no parece dispuesta a regalarles ni el promedio ni la dirección de la escuela, por lo que se debe apoyar su esfuerzo por consolidar la parte positiva del avance académico que sí ha tenido Ayotzinapa, pero que hoy está en peligro de perderse por la grilla de líderes abusivos y mediocres.